Nada como una entrada que empieze por suscitar un poco de polémica. Y pienso yo, que mejor tema que la religíon para conseguir la buscada confrontación con el mundo.
Una pequeña diserción sobre la religíon y el papel que ocupa en nuestra sociedad española. Se trata de un extracto de una recopilación encotrada aqui por casa. Realmente una lectura minuciosa del texto lleva a pensar sobre diversos temas de manera detenida (el consumismo desenfrenado, las libertades morales). En ningún caso penseís que os esté adoctrinando de ninguna manera. Se os presupone maduros para leer un texto cuya única finalidad es la de enriquecer las opiniones que se pueda formar el lector. Me parecería interesante que lo leyeraís y me contarais vuestras lícitas inquietudes al respecto.
Los pueblos creyentes, no podemos pensar ni obrar como los carentes de fé. Han de presidir sus actos los principios de la fé que profesan. Los que de ella carecen, están destinados a sucumbir al materialismo grosero que mina nuestra sociedad moderna. Si nosotros constituímos un pueblo católico, nuestra política ha de discurrir bajo los principios de la fé de Cristo ya que si confesamos una religión y creemos en la existencia de un Dios verdadero, no podemos menos de subordinarnos a los dictados de la ley Divina.
Mas, ante el soplo de aquellos vientos que de fuera nos vienen, es necesario grabemos en nuestro ánimo que no son iguales las naciones ni los pueblos, que los que tenemos la suerte de conservar el tesoro de nuestra fé, no podemos actuar como los que, apartados o ignorantes de ella, discurren por caminos equivocados. Los que aquellos en su inconsciencia, tienen por lícito tolerable, no puede coincidir la mayoría de las veces, con lo que el rigor de nuestra conciencia nos reclama.
El destino colectivo de los pueblos, está más íntimamente subordinado de lo que ellos mismos creen a la benevolencia divina, ya que no sólo el poder de Dios actúa al final de nuestra vida, juzgándonos con arreglo a nuestros hechos, sino que la mayoría de las glorias o de las tribulaciones que en la historia de las naciones se registran, son derramadas por la mano del Todopoderoso.
Por eso no es indifirente para el progreso y el porvenir de los pueblos, el cómo discurra su vida espiritual y colectiva y ante los vicios de las modernas urbes con su apostilleada fé y su caída en la corrupción y en los vicios más abyectos, tiene que sobrecogerse nuestro ánimo y recordar la suerte que le ocupa en la historia a otros pueblos endurecidos y pensar en los efectos apocalípticos de las armas nucleares.
Porque una cosa hemos de reconocer todos, y esto es el hecho de que durante el correr de diecinueve siglos, ahí ha estado la Iglesia, con su gran espiritu de relación social, su caridad y su justicia, junto con los humildes y frente al abuso de los poderosos.
Hoy saben las masas españolas que la Ley de Dios, no solo no les priva de sus lícitas aspiraciones sino que a través de su espiritu de justicia insobornable y de la caridad que profesa y practica, les abre y garantiza el camino para el logro de la justicia y de las seguridades sociales.
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